Cada vez que un informático te diga que no podrás trabajar con SAP durante 3 días o que tu ordenador personal ha perdido toda la información al instalarle los últimos parches o que simplemente se ría de ti porque le has preguntado donde está la tecla "cualquier", relee esta distopía y piensa que sin duda si la historia hubiese sido distinta podríamos estar aun peor.
Si no eres informático, sigue leyendo.
El nacimiento de la ciencia informática se fija tradicionalmente en el año 1.132 D.C. cuando Pascal Du Fortram modificó el telar tradicional borgoñón para convertirlo en lo que dió en llamar el Computio Fornicalis.
Con su Computio, Pascal Du Fortram comenzó a automatizar los procesos de contabilización de los usureros y prestamistas que tanto abundaban en las ciudades de la Baja Edad Media.
Precisamente esta asociación tradicional entre los usureros/prestamistas y los primeros informáticos (llamados así por ser muy informales en la hora de entrar a trabajar) es lo que les deparó tan mala reputación y así, durante toda la Edad Media, la Iglesia Católica prohibió enterrar en sagrado a los informáticos por lo que se comenzó a popularizar el quemar los cuerpos cuando morían y lanzarlos por encima de las murallas de las ciudades.
De esta costumbre viene el término informático “firewall”.
No fue hasta el año 1543 cuando el Papa Pablo III en el Concilio de Trento prohibió la práctica del “firewall” y en su bula “Computio Ifdem Goto” permitió que fuesen enterrados “en cristiano”. Lamentablemente la bula solamente tuvo un éxito parcial y la población de las ciudades siguieron distinguiendo los enterramientos de los informáticos metiendolos en el ataúd en un difícil escorzo donde la parte superior del cuerpo estaba en posición supina y la inferior en posición prono, en ocasiones teniendo que casi seccionar el cuerpo en dos para poder hacerlo.
De esa difícil posición prono-supina nació la palabra informática “proxy”.
Durante casi 400 años la informática fue desarrollándose pasando de los primeros telares medievales hasta los telares computacionales a vapor propios de la revolución industrial. En ese periodo de, como digo, casi 400 años la ciencia del Computio se extendió a gestionar otros negocios a parte de los de la usura y prestamos. Primero se extendió a las mancebías y casas de lenocinio (o de moral relajada). El realizar los cálculos de esos negocios es donde la antigua tarea del Computio pasó a llamarse Computar por una asociación del nombre vulgar empleado para referirse a las meretrices, puta, precedido de la raíz Com que ya venía de la Baja Edad Media.
Con la revolución industrial y la aparición de los telares de computación a vapor se comenzó a gestionar las cuentas de las incipientes primeras empresas capitalistas herederas de los antiguos negocios burgueses. De nuevo esta asociación entre los capitalistas y los informáticos hizo que la masa trabajadora los odiase.
El propio Karl Marx en su “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” escribió la famosa frase “La computación es el opio del pueblo”, iniciando así la mala relación entre los trabajadores asalariados y los informáticos.
Así, en toda Europa comenzó durante el siglo 19 la persecución de los informáticos por parte de las masas de lo que Marx llamó el lumpem-proletariat. Estos, en ocasiones, auténticos pogromos recorrieron Europa de uno al otro extremo con asaltos a los centros de computación donde se incendiaba los telares computacionales y se asesinaba a los informáticos.
En 1917 en plena revolución bolchevique en Rusia, Lenin publicó su “Manual para el Control Alternativo Del Informático” donde postulaba por la exterminación de todo informático dando toda una serie de instrucciones, bucles y condicionales sobre cómo atentar contra ellos.
Del nombre de este popular manual surgió el término informático del “CTRL+ALT+DEL”.
Paralelamente, la mala imagen de los informáticos en Europa se vió incrementada por el hecho de que las tropas alemanas, durante lo que se dió en llamar “La Gran Guerra” y que luego sería conocida como “La Primera Guerra Mundial”, emplearon masivamente informáticos para el cómputo de la trayectoria de las balas de artillería que asolaron los campos de batalla y las ciudades durante ese conflicto bélico.
Al terminar la guerra se firmó el Tratado de Versalles donde además de definir las compensaciones a pagar por el bando perdedor, Alemania principalmente, se declaraba por fin proscrito la ciencia de la computación declarando a los informáticos y sus computadoras a vapor como armas de destrucción masiva equiparándolos en el Tratado al uso del gas mostaza en las trincheras.
El Tratado de Versalles tuvo el efecto secundario de generar una gran migración de informáticos hacia el Nuevo Mundo durante toda la década de los Felices Años 20, llamados así en Europa por la desaparición de la lacra informática.
EEUU, que debido a su entrada tardía en la Gran Guerra no había sufrido las penurias ocasionadas por los informáticos en Europa, acogió de buena gana y con los brazos abiertos a todos los que huían de las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles y por los pogromos de Europa del Este.
Se asentaron originalmente en la zona de la costa oeste, en una zona cercana a la ciudad de San Francisco. Debido a su poco dominio del idioma inglés, su escasa sociabilidad y su falta absoluta de empatía se les llamaba “tontos”, o “silly” en inglés, y pronto comenzó a llamarse al valle donde se asentaron el Silicom Valley, “Sili” de la palabra inglesa para referirse a los tontos, “Silly”, y “Com” como abreviatura de “computadora”.
En San Francisco prosperaron y hacia mediados de la década de los años 20 algunos fueron emigrando a la costa este, en concreto a la ciudad de Nueva York, donde con la experiencia adquirida en la Alta Edad Media gestionando los negocios de lupanares y casas de lenocinio comenzaron a computar las operaciones bursátiles de las empresas norteamericanas en la sede de la bolsa de Nueva York, Wall Street.
El 29 de octubre de 1929, en lo que pasó a llamarse el Martes Negro, las computadoras de la bolsa de Nueva York comenzaron a fallar en bloque y a realizar ventas masivas que contagiaron en breve a las bolsas de otros países generando la mayor catástrofe económica mundial hasta ese momento.
Ante la crisis el entonces gobernante de Rusia, el camarada Stalin, decidió reemprender las expulsiones y pogromos contra las últimas poblaciones de informáticos en ese país. La presión que ejerció obligó a los últimos informáticos rusos a trasladarse a Alemania, la cual los acogió con los brazos abiertos por parte del Partido Nazi que en esos momentos estaba en plena carrera por el poder el cual alcanzarían en 1933 al llegar su líder Adolf Hitler a la Cancillería.
El líder de los informáticos en el exilio por otro lado huyó in-extremis a México donde se refugiaría lejos de toda actividad en la computación, se trataba de León Trotski.
Este nuevo éxodo sumado a la ausencia de su líder ideológio, Trotski, hizo que los informáticos se encerrasen más aún en sí mismos y en sus propias creencias creándose lo que se dió en llamar la Secta de Computio, nombre legendario con el que sus seguidores conocían a Pascal Du Frotram. La paradoja es que esta secta medró entre la clase política de EEUU y entre la élite del Partido Nazi por igual.
Ambos países dedicaron a los seguidores de Computio a realizar programas y cálculos para la creación de nuevas armas secretas en sus por entonces computadoras electrónicas que comenzaban a llamarse ordenadores por la costumbre de solo responder a las órdenes de los seguidores de la secta.
Para el año 1939 tanto la Alemania Nazi como los EEUU contaban ya con armas nucleares de destrucción masiva. Todo estaba preparado para la catástrofe.
Cuando el 21 de agosto de 1940 agentes de Stalin consiguieron dar con León Trotski en México y asesinarlo todo se precipitó. Los seguidores de Computio de los EEUU alteraron sus programas para que tomaran el control de las armas nucleares que fueron lanzadas primero sobre Rusia. Lamentablemente un misil se desvió por un error de programación cayendo sobre Berlín matando a Hitler. Su sucesor Hermann Göring ordenó a sus informáticos el lanzamiento de misiles a EEUU.
En lo que luego se llamó el Ardiente Final de Agosto, EEUU, Alemania, Rusia, y algunos países cercanos fueron incinerados nuclearmente mientras que los programas escritos por los seguidores de Computio seguían lanzando bombas nucleares a propios y extraños. El resto del planeta recibió posteriormente una gran cantidad de lluvia radiactiva que literalmente quemó o dejó estériles a la mayoría de los seres humanos.
La esterilidad y la impotencia sexual no importaron a los informáticos pues debido a sus rarezas propias de sus creencias, su escaso don de gentes y en definitiva su poco interés en las cosas del sexo hizo que no lo echasen mucho de menos, pero al resto de la población sí que nos provocó serios problemas además de la amenaza de la extinción.
Hoy refugiados en esta pequeña isla donde la radioactividad no es mucha en nuestras cuevas a 30 metros de profundidad, los supervivientes de este Armagedon, nos dedicamos a intentar, de momento sin éxito, regenerar nuestra especie.
Sirva este escrito grabado en la piedra y a salvo bajo la superficie para advertir a las generaciones venideras, si las hubiese, sobre los males que pueden llegar a ocasionar la computación y la informática.
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